29/9/07

HA MUERTO “LA ESTRELLA DE LA AYAHUASCA”

Norma Panduro Navarro, la Estrella de la Ayahuasca, la última sacerdotisa de la Amazonía ha muerto. El sábado del final de septiembre de este año, cerca de las 10.30 de la mañana, mientras una lluvia bañaba Iquitos como acusación del llanto de la naturaleza, su corazón dejó de latir. Su luz de mujer sencilla no volverá a brillar más, pero su legado de sabiduría en temas de la medicina natural quedará en la herencia de quienes más cerca estuvieron de ella. Su clínica al servicio de la naturaleza queda allá en medio de la densa selva de los interiores verdes de la carretera que une a Iquitos con Nauta, en Loreto, como un templo que debe ser cuidado y desarrollado en el tiempo.

“Eres una yana puma” le dije para valorar su vigoroso espíritu en una de las últimas conversaciones que tuve con ella en el mes de su muerte. Ella me respondió “No. Soy una liana, soy la ayahuasca hecha mujer”. Sonriente, casi siempre, pero muy firme en sus ideas y proyectos de vida. Se identificaba con la naturaleza de forma abierta y sincera. Para muchos fue una mezcla de realidad y leyenda. Dicen que en las noches, allí en medio de la selva loretana, al dormir muy temprano, su alma se lanzaba al vacío transitando muchas horas en las alturas de los árboles.

Norma Panduro ahora no es un mito, quizá lo será después, pero todos sabemos que fue una realidad que con la bandera del Perú recorrió el mundo transmitiendo sus experiencias tan valiosas entre académicos de todo tipo, especialmente de los profesionales vinculados a la medicina y al ser humano. Estuvo en Europa, en España, Holanda y Bélgica. Elegida como una de las mejores shamanas del mundo, participó en conclaves frente a auditorios de notables, de expertos y profanos.

Me vinculé con ella hace casi 10 años. Su humilde figura no me hizo alejarme de la atención que sin distingo siempre doy a las personas y de forma impensada nos compenetramos en una gran amistad, ahora aislada por la muerte. Me la presentaron para contribuir con la edición de su libro, el primero que publicó y en la que me dio el honor de ser su presentador, allá en julio de 2001.

Con Norma emprendimos muchos proyectos, así como ella lo hizo con otras valiosas personas entre ellas José Torres Vásquez, ex rector de la Universidad Nacional de la Amazonía Peruana (UNAP), que la ayudó mucho y por quien sentía un aprecio muy grande. Norma grabó un CD con los ícaros que ella utilizaba en sus sesiones de toma de ayahuasca o en las curaciones que conducía.

Una vez alguien sonrió incrédula, fue en Chile, que no conocían el término shamana (sólo shamán), y se justificaba por que no comprendían cómo una mujer podría ingresar a tareas sacerdotales del ministerio de la medicina y la naturaleza. Fue esa expresión después que comenté las grandezas de esta mujer y su sabiduría. No fue más allá de la educación en el quinto de secundaria pero trataba como una experta académica los temas médicos tradicionales, destilando su fusión con las plantas medicinales.

Nunca me asustó el término shamana y el trabajo de Norma, por que creo que shamana es la ejecutante que utiliza las bondades de las "plantas de poder" y las fuerzas espirituales para curar y hacer el bien. Norma hizo el bien, de allí el cariño que siente mucha gente por ella en todo el mundo.

Norma fue toda una figura valiosa que se ubicó entre lo real y lo ficticio y eso inspiró al periodista Enrique Rodríguez Morales que hace de ella uno de los principales personajes de su novela, aún inédita. Allí es una notable sacerdotisa, que se trasladada espiritualmente hasta un gran país donde se hace carne para ponerse ante los dos más poderosos hombres del mundo que disputan su hegemonía con el uso de las armas nucleares y ahí los orienta con dulzura (como lo hacía Mahatma Karamchand Gandhī) para conducirlos al final de las diferencias que -en el imaginario de la novela- estaban llevando a una conflagración mundial. Ella en la trama es el mismo personaje que fue en vida: La Estrella de la Ayahuasca.

Conversé con ella la última vez en mi domicilio en Lima, acababa de bajar del avión que la trajo de Europa; fue de noche y con aire frío, pero vi a Norma con un entusiasmo tan cálido que desbordaba sin límite. Reímos y hablamos de su más reciente vivencia en el viejo Continente y de sus proyectos. Nos despedimos después de la medianoche y jamás pensé que esa sería la última vez que estaríamos frente a frente.

Sentado ante esta máquina en la que ella también escribió, aflora en mi mente su desbordante emoción. Sentía que el triunfo buscado desde su infancia de extrema pobreza había llegado. La última noche, que fue la del 7 de septiembre, me entregó un manuscrito que contenía su redacción durante el vuelo de Ámsterdam a Madrid y de allí a Lima en la que reunía parte de su pensamiento. Me había solicitado que lo revisara para incluirlo en su biografía.

En el papel escribió de “puño y letra” que “las mujeres peruanas, en especial en la Amazonía, han sido marginadas en el manejo de la ayahuasca; esas tareas siempre han estado reservadas para los hombres, pero fui la primera y quizá la única que he luchado por romper con el patriarcal ejercicio y lo conseguí al pasar esa barrera machista por que siempre estudié y supe que las plantas como la ayahuasca, chacropanga y chacruna son femeninas.”

Norma fue deportista, en desmedro de su baja estatura y su esmirriada figura jugó básquetbol. “Llevaba la distinción de capitana y el 15 en mi casaquilla”. Fue ciclista de competencia local y nadadora.

Hay mucho por escribir sobre esta mujer. Norma ha muerto y como ella escribió y me confesó que “la muerte camina cerca de la vida”, sentía que en cualquier momento la alcanzaría. Sé mucho de ella, me habló tanto de su vida y queda en mí el borrador del guión del documental para televisión que debía producir con ella misma. Hay mucho por hablar, desde su nacimiento que ocurrió una tarde, lluviosa como la mañana de su muerte, del 11 de noviembre de 1944. Un rayo cayó al fondo del río Itaya y en ese instante – delante- en una pobrísima choza de Belén nacía Norma. La misma niña que para ayudar en los alimentos de su humilde hogar hizo mil cosas como lustrar zapatos, juntar botellas para venderlas, fue canillita voceando los periódicos por las calles de Iquitos. Lavó platos en las naves fluviales que llevaban contingentes de soldados rasos y lo hizo para ganarse los alimentos.

Se ha paralizado el corazón y el cuerpo de Norma Panduro, la gran sacerdotisa amazónica ha partido físicamente. Nos queda su figura franca, de esa persona sincera que nunca dejó de hablar de la muerte. Sus célebres palabras sobre la parca se escribieron así: "que el día que yo muera que bailen las shacapas al son del silbido y canto de los ícaros. Que escuchen mi hija y mi madre desde el cielo y que vengan a mi encuentro para ir abrazadas en la liana de mi ayahuasca".

Norma, DESCANSA EN PAZ.
Nota: Las fotografías que acompañan la nota, aquellas realizadas en exteriores corresponden a su visita reciente a Holanda.